RECUERDOS


FRANCISCO JORGE CHIRIVELLA


    Mi padre Francisco Jorge Pascual formó parte de esta banda por escaso tiempo (creo recordar tres o cuatro años) tocando el saxo tenor y también el acordeón. No así parte de mi familia, pues mi abuelo paterno, Agustín Jorge Requena, Faba, (saxo alto y gran cómico) fue músico fundador y mi tío Agustín (clarinete), sí que tuvieron una dilatada permanencia en la banda.
    Después de este preámbulo sí que puedo plasmar algunos recuerdos, en especial sobre mi abuelo que como he indicado fue músico fundador (hubo también fundadores no músicos). Los primeros como evidencia su denominación fueron músicos que pertenecían a las dos bandas de música existentes en aquella época en Catarroja y que, a pesar de la rivalidad musical, tenían una amistad y como tal, compartían aficiones y, con mayor fuerza, la música. Como consecuencia de ello, se reunían (habitualmente en casa de mi abuelo) y allí desarrollaban esta afición, ensayando y experimentando nuevas sensaciones musicales, entre ellas las de enlazar tiempos y melodías de obras musicales entre sí hasta confeccionar una composición en la que figuraban partes variadas de estas obras, y las hacían todas una.
    Según tengo oído, esto es más o menos lo que produjo la iniciación de esta agrupación, y muy pronto se dieron cuenta de que aquello que empezó como una reunión de amigos podía convertirse en algo más serio e incluso, por qué no, profesionalizar en un futuro, que es lo que sucedió.
    Por lo que respecta a los fundadores no músicos, eran los también amigos, pero que no eran músicos, y se encargaban de asuntos no musicales –desplazamientos, ayudas en traslados de instrumentos, papeles y partituras, etc. Recuerdo que decían que en este grupo había un hermano de mi abuelo y tío de mi padre que lo apreciaba mucho (era el tío José, José Jorge Requena, Fabiua, de la zapatería de la plaza vieja, al que la gente mayor de Catarroja recordará sin duda).
    Otro recuerdo muy emotivo que tengo es el del fallecimiento de mi abuelo. Actuaba la banda, creo que en Zaragoza, se puso enfermo, y lo tuvieron que trasladar a Catarroja. Mi memoria es la de un entierro con muchísima gente, con desfile de la banda, que interpretaba lógicamente marchas fúnebres. Asistió al entierro Rafael Dutrús Llapisera, muy amigo de mi abuelo y en aquellos tiempos uno de los agentes o representantes más acreditados del país, junto con Pedro Balañá, tanto de toreros como de bandas comicotaurinas.
    En los tiempos en que mi padre formó parte de la banda, yo tendría siete u ocho años y recuerdo que ensayaban en un piso en la carretera, Camí Real, pasada la calle de El Empastre, yendo hacia Albal. Allí se celebraban reuniones, ensayos, etc. Y varios hijos de los componentes íbamos allí con nuestros padres. Evoco a Paco Tarazona, Parrandol, QED, que formó parte posteriormente de la banda y también al actual cómico Arévalo, ya que entonces su padre formaba parte de la cuadrilla de toreros cómicos y que, por cierto, lo hacía muy bien parodiando a Cantinflas. Bueno, allí nos encantaba jugar subiendo y bajando por las montañas de maletas, cajas de madera y bultos donde se guardaban los trucos del Empastre y haciendo mil diabluras que nos costaban que nos riñeran los padres. Fueron tiempos muy bonitos.
    Recuerdo una anécdota: había en la Academia (nombre que le otorgaban a ese piso), una pizarra donde el componente encargado iba anotando las fechas y lugares en los que tenía actuaciones la banda. Por ejemplo anotaba: día 15, Valladolid, salida 11.30; día 19, Jerez, salida 12.40, etc. Pues bien, en una ocasión los músicos se encontraron con la siguiente anotación: «día 24, Moller-USA, salida 14.15». La alegría fue tremenda ya que entendieron que se iban a Estados Unidos, con los beneficios que esta gira reportaría. La realidad es que fue una broma pues el desplazamiento era a Mollerusa, localidad leridana.     Recuerdo también, pues mi padre me llevaba siempre con él, un taller de carpintería que había en la esquina izquierda al principio de la calle de la Alquería. Creo que el dueño se llamaba Pepe, aunque no estoy seguro. Pues bien, este taller era el campo de operaciones donde se fraguaban, experimentan y realizaban los trucos que componían el espectáculo de El Empastre en sus actuaciones. Allí, previas propuestas de los componentes designados para ello (había grupo encargados cada uno de ellos de diversos cometidos), se montaban los pioneros trucos. «La Giralda», en cuyo desarrollo se hizo una reproducción de este monumento, con unas campanas en lo alto, afinadas cada una con una nota y que a través de unos hilos iban manejando los músicos, al tiempo que interpretaban el pasodoble del mismo nombre.
    Obviamente, para ello necesitaban de diversos profesionales y allí recuerdo que se reunían el tío Marzal, electricista; un herrero cuyo nombre no recuerdo (Sebastián), el propio tío Pepe (si era este su nombre), que se encargaba de la carpintería y todo lo que hacía falta. Entre todos, desarrollaban sus ideas y las llevaban a cabo con toda la ilusión y con grandes éxitos, como la citada «La Giralda»; «La casita en Canadá», cuyo tejado era un xilófono y cada músico tenía que tocar determinadas notas en las que estaba afinado e interpretaban esta canción; «Los florones» fueron un truco que a mí personalmente me encantaba: se trataba de unos timbales (creo que eran cuatro), con iluminación y la banda interpretaba El Bolero de Ravel a la vez que, según sonaban las estrofas de esta interpretación, accionaban unos pedales que provocaban unos chorros de agua que salían de los timbales, iluminando de colores en plena noche. ¡Era espectacular!
    Hay que tener en cuenta que en aquella época no había televisión ni había espectáculos como los de ahora con grandes medios técnicos. Entonces todo esto, que era muy rudimentario comparado con la cartelera actual, pero tenía mucho mérito y era muy apreciado por los públicos y cosechaba muchos aplausos y grandes éxitos.
    Otro recuerdo que tengo, aunque este es muy personal, es que encontrándome yo –entonces con 13 o 14 años– en Caracas, por motivos de trabajo de mi padre que lógicamente ya no formaba parte de la banda, nos escribió mi tío –que todavía iba en la banda– diciéndonos que iban a hacer una gira por Sudamérica y que entre las actuaciones a realizar figuraba Venezuela y en ese país, Caracas. Recuerdo que fuimos al puerto de La Guaira y allí esperamos el desembarque de la banda y fue una gran alegría encontrarnos allí con mucha gente conocida y evidentemente, asistir a la actuación en el Nuevo Circo –plaza de toros de Caracas– donde, como de costumbre, cosecharon un grandísimo éxito. Creo recordar que en ese viaje ue debutaba como componente Pascual Peris, muy conocido y acreditado musicalmente. No debía tener en esas fechas más de 14 años y éramos amigos desde pequeños, por lo que fue una alegría reencontrarnos en lugar tan lejano.
    Bueno, no me quedan ya más historias que contar por lo que acabo estos relatos, aunque sí que quisiera dejar constar que a lo largo de mi vida, en la que he tenido que viajar bastante y encontrarme con todo tipo de gentes, cuando estaba en cualquier ciudad española y estaba hablando con una persona de unos 50 años o más, siempre al mencionar, si venía al caso, que era de Catarroja, les decía que de allí era la banda El Empastre y les preguntaba si la conocían. Puedo asegurar que en un 80% de las ocasiones mi interlocutor conocía a la banda y casi siempre me decía que recordaban que su padre los llevaba siempre de pequeños a este espectáculo.
    Invito por tanto a la gente joven de Catarroja, que no han conocido la banda, a que si alguna vez –ahora ya quedan menos– en cualquier lugar de España están hablando con una persona que tenga actualmente más de 60 años, les digan lo que yo hacía y seguro que van a encontrar a muchas personas que les darán la misma respuesta que me daban a mí.
    Estas son algunas de las vivencias reales de una agrupación que ha paseado el nombre de Catarroja por todo el mundo.

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